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CAPÍTULO VII: LAS FRUTAS

  • Foto del escritor: Deessirée
    Deessirée
  • 16 ene 2018
  • 6 Min. de lectura

El doctor William Henry Porter dice, en su libro Eating to Live long (Cómo comer para alcanzar una larga vida), que comer frutas «es una de las más perniciosas y condenables manías dietéticas». Sin embargo, admite que el comer fruta sin acompañarla con ningún otro alimento, es correcto. No dudo que si se le preguntase qué piensa sobre el tema de la combinación de los alimentos, la desaprobaría como una perniciosa manía. El doctor Percy Howe, de Harvard, advirtió que las personas que no podían tomar naranjas en las comidas, lo podían hacer, sin problema alguno, si las tomaban solas. El doctor Dewey, famoso por sus escritos sobre el ayuno, era muy contrario a la fruta, afirmando que ella entorpecía la digestión. Ninguno de estos hombres conocía nada sobre las combinaciones alimentarias. Simplemente observaron que se presentaban muchos problemas si la fruta se comía junto con otros alimentos, y de ahí que condenasen, no los otros alimentos, sino la fruta. De hecho, no existe mayor razón para condenar la fruta que para condenar los alimentos que con ella se puedan asociar.

El hombre, arquetipo del «quiroterio» (1), debería desarrollar aquellos hábitos frugívoros que responden a su estructura anatómica, y de los que se ha ido apartando considerablemente en el transcurso del tiempo, debido sin duda en gran medida a su histórico deambular desde que abandonó su Edén de las cálidas regiones. Su sentido del gusto, al ser la expresión de la petición del organismo, tiene obviamente mucho que ver con su estado de salud. Ahora bien, el gusto, que hoy pide carne, debe volver a afinarse para poder apreciar la gran variedad de sabores de las frutas, hortalizas y frutos oleaginosos (nueces, almendras, etc.) en sus múltiples combinaciones, que tan atractivas son para la vista, el olfato y el gusto.

La fruta es uno de los mejores y más delicados alimentos. No hay nada que proporcione tanto placer al paladar como una bella manzana madura, un sabroso plátano, un cremoso y tierno aguacate (palta) cuidadosamente seleccionado o un saludable racimo de uva dulce. Disfrutaremos de un sibarítico gozo comiendo un melocotón que esté en su punto perfecto de madurez. Realmente, las frutas son una fuente inagotable de gratificación para el sentido del gusto. Por su sabor, su aroma y sus colores tan agradables a la vista, las frutas son siempre una invitación al placer de comer.

Pero las frutas son mucho más que una delicia para la vista, el olfato y el gusto: contienen también una mezcla superior de elementos nutritivos puros, ricos y en proporciones óptimas. Sólo algunas son concentradas en proteínas —el aguacate y la aceituna son las principales excepciones— pero casi todas contienen gran cantidad de azúcares, excelentes combinaciones de ácidos, minerales y vitaminas. Junto con los frutos oleaginosos, como las nueces, almendras y avellanas —botánicamente también se consideran frutas— y las verduras, las frutas constituyen una dieta completa, realmente la dieta ideal para este animal frugívoro por naturaleza que es el hombre.

El comer frutas nos permite alcanzar intensos placeres gustativos. La madre naturaleza las ha sazonado de tal manera que nos suministran el máximo disfrute alimentario. Lo tienen todo para satisfacer nuestro paladar. Todo son razones para comer estos alimentos tan puros, ricos y saludables, con los que la madre naturaleza nos tienta. Una comida formada exclusivamente de atractiva fruta es siempre una invitación al placer, y no ocasionará trastorno digestivo alguno si no se mezcla con otros alimentos. Además, una comida de este tipo, es refrescante y nutritiva. La exquisita delicia de comer frutas, la maravillosa sensación de bienestar que sigue, y la genuina satisfacción que se obtiene, superan sin posible comparación lo que podamos experimentar al tomar otros alimentos.

La forma ideal de tomar las frutas es hacer una comida exclusivamente con ellas. Los ácidos de las frutas no combinan bien ni con los almidones ni tampoco con las proteínas. Asimismo, sus azúcares no combinan bien con las proteínas ni con los almidones. Los aceites del aguacate y de la aceituna tampoco combinan bien con las proteínas de otros alimentos. ¿Por qué arriesgarnos, entonces, a tener trastornos digestivos comiendo frutas con came, huevos, pan, etc.?

Las frutas sufren sólo un principio de digestión en la boca y en el estómago, y hasta ninguna. En general, pasan rápidamente al intestino, donde tiene lugar la pequeña digestión que requieren. Al tomarlas con otros alimentos que necesitan permanecer un largo tiempo en el estómago, las frutas también se quedarán allí hasta que se complete la digestión de aquellos alimentos. Esto provoca una descomposición debido a la acción de las bacterias, como ya hemos comentado al referirnos a los melones.

Las frutas no deben tomarse entre comidas. Si lo hacemos, las introducimos en el estómago mientras éste todavía está ocupado en la digestión de la comida anterior, lo que con toda seguridad ocasionará trastornos. Nuestra regla, que es aconsejable respetar siempre, es: COMER FRUTAS EN UNA COMIDA CONSTITUIDA EXCLUSIVAMENTE POR ELLAS.

El hábito de beber grandes cantidades de zumo de frutas —de limón, naranja, pomelo, uva, tomate, papaya, etc.— entre Walter [sic] con esta moda de los zumos de fruta, tal como él lo relata en su Exact Science of Health (La ciencia exacta de la salud).

Nos dice que, a consecuencia de los tratamientos que siguió para recuperar la salud (médicos primero e hidroterápicos después), tenía un apetito endiablado que tuvo como resultado la irritación de su estómago. Se había convertido en un comilón insaciable. Y agrega: «Siempre tenía sed, pero al no gustarme el agua y al haberme dicho que las frutas poseen grandes cualidades, bebía abundantes zumos de fruta fríos, que fermentaban en mi estómago creando y perpetuando la fiebre que temporalmente aliviaban, todo lo cual me mantenía en un estado de bulimia febril que sobrepasaba todos mis demás sufrimientos».

Esta experiencia hizo que el doctor Walter abandonara el vegetarianismo y volviera a la dieta carnívora. Al comer a todas horas (porque beber zumos es igual que comer) le sobrevino una neurosis que él confundió con el hambre real. Tratar de vencer esta neurosis comiendo, es como querer apagar un incendio con gasolina. Las personas que confunden la irritación gástrica con el hambre y van «apaciguando» este «hambre» utilizando lo que causa la irritación, irán de mal en peor. El dejar el vegetarianismo salvó al doctor Walter, no porque el vegetarianismo fuese malo, sino porque empezó a comer sólo una vez al día y dejó de abusar de los zumos de fruta entre comidas.

No existe dieta tan buena que no se estropee con el hábito de beber zumos de fruta, ni tampoco dieta tan mala que no pueda empeorar con este hábito. Y esto es cierto, no porque los zumos sean malos, pues de hecho son excelentes, sino porque tomados de dicha manera estropean la digestión.

Muchos errores cometidos hoy en día por los pseudoespecialistas en dietética, se evitarían si éstos conocieran un poco mejor la historia de la reforma dietética. Todos sus «descubrimientos» fueron hechos y comprobados hace ya mucho tiempo, y algunos de ellos, que disfrutan ahora de inmensa popularidad, se demostraron nocivos y fueron, por tanto, abandonados.

Las verduras forman la combinación ideal con los frutos oleaginosos, pero éstos también pueden tomarse con las frutas ácidas. Esto es cierto, por supuesto, para los frutos oleaginosos ricos en proteínas y no para los cocos, castañas, bellotas, etc., que contienen mucho almidón. Las frutas dulces y los frutos oleaginosos forman una combinación especialmente mala, a pesar del delicioso sabor de esta mezcla.

Los aguacates, más ricos en proteínas que la leche, no se deben combinar con otros alimentos proteicos. Su contenido en grasas es muy alto, lo que también inhibe la digestión de otras proteínas. Se pueden asociar con frutas ácidas, pero es mejor no tomarlos con frutas dulces, ni tampoco con frutos oleaginosos.

En bastantes círculos se asegura que la papaya ayuda a digerir las proteínas, y por tal motivo se nos recomienda que la comamos con los alimentos proteicos. Ahora bien, dicha combinación no es juiciosa, y si es exacto, como se pretende, que existe en la papaya una enzima que digiere las proteínas, es una razón más para no combinarla con alimentos proteicos. El uso de «ayudas a la digestión» reduce invariablemente la capacidad digestiva. La única manera sensata de «tratar» el debilitamiento del poder digestivo, es eliminar la o las causas de tal deterioro y luego, conceder al sistema digestivo el descanso suficiente para que él mismo se recupere.

A las personas enfermas, he experimentado que es mejor darles las frutas ácidas y las dulces en comidas separadas. Así, no les doy dátiles, higos o plátanos con naranjas, pomelos o piña. El azúcar, la miel y otros dulces tomados con pomelos, forman una combinación muy incorrecta. Si los pomelos son amargos o excesivamente agrios hay que conseguir variedades más dulces y de mejor calidad.

Los menús que se presentan a continuación constituyen combinaciones correctas de frutas. Se aconseja que la comida de frutas se haga para desayunar. No añadir azúcar a las frutas. Puede utilizarse cualquier fruta del tiempo. En cuanto a la cantidad, cada uno debe aprender a conocer sus propias necesidades y limitaciones.

Naranjas

Pomelos


Naranjas

Piñas

Pomelos

Manzanas

Mangos

Cerezas

Albaricoques


Cerezas con crema (sin azúcar)

Manzanas

Uvas

Higos

Higos frescos

Melocotones

Albaricoques


Cerezas

Albaricoques

Ciruelas

Plátanos

Peras

Uvas


Manzanas

Nísperos

Dátiles

Higos

Manzanas

Peras


Mangos

Cerezas

Albaricoques

Manzanas

Uvas

Higos

Un vaso de leche cuajada


Plátanos

Peras

Higos

Un vaso de leche cuajada

Para variar, se puede preparar una comida muy sabrosa con una ensalada de frutas y un alimento proteico de la siguiente forma:

— Pomelo, naranja, piña, lechuga, apio;

— de 100 a 125 gramos de requesón, o 75 gramos de frutos oleaginosos, o un aguacate.

En primavera y en verano, se puede hacer una suculenta ensalada con las frutas del tiempo, melocotones, ciruelas, albaricoques, cerezas, nectarinas, y agregar lechuga y apio. Las frutas dulces como plátanos, uvas, pasas, dátiles, higos, ciruelas secas, etc., no deben incluirse en la ensalada que cuente con un alimento protídico.

(1) Clase zoológica que comprende los animales provistos de manos.


Shelton. H.M, (1994). La digestión de los alimentos. Shelton, H.M, VII Las frutas. Buenos Aires: Puertas Abiertas y Ediciones Obelisco S.A.


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